El algarrobo blanco o árbol bueno
se encuentra de forma natural en gran parte de la Argentina y se desarrolla
desde el nivel del mar hasta los tres mil metros de altura.
Uno de los beneficios es que
se trata de una especie de crecimiento rápido y de buen porte, que además acelera
su crecimiento en las áreas con riesgo.
Esto significa que es capaz de desarrollarse
en menor tiempo que otras especies. Pero también posee otra propiedad muy
valorada, tanto a nivel individual como social, que es la de fijador de
carbono: en un primer estudio por su desarrollo vegetativo y luego porque gran
parte del destino de su madera permite la fijación por un tiempo muy
prolongado.
El algarrobo blanco que
prospera tanto en ambientes áridos y fríos como en climas cálidos y húmedos, se
adapta desde los cien milímetros de precipitación anual hasta los mil
cuatrocientos. Y su desarrollo es apto sobre suelos arcillosos, salinos,
rocosos, o inundables.
Su principal producto es la madera
y su destino básico es el aserrío, la leña y el carbón, aunque también posee
una variada gama de aplicación en muebles de categoría molduras y puertas,
pisos tarugadas o parquet, cualidades que lo convierten en un producto con
mucha demanda.
Entre las muchas alternativas
de uso de sus subproductos están las
aplicaciones industriales, como los colorantes, la industria alimenticia, las
forrajeras, las medicinales y melífera.
Sus frutos, concidos como “algarroba”,
contienen azucares, almidón, proteínas, hierro, calcio y grasas, que son utilizados
tanto en la alimentación humana- son aptos para celiacos- como animal.
Fuente: Fascículo extraído del libro “Al planeta lo salvamos entre todos” Susana Pesis.
Edición: Jennifer Andres
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